Preliminar
El Señorío de Bizcaya


PRELIMINAR

Es natural el deseo de saber qué objeto envuelve la publicación de este libro, y leales siempre en nuestros procederes, queremos conste que, al idearlo y al formularlo, solo nos guió el amor inmenso de un hijo hacia su madre, amor que se acrecienta cuando se la ve triste y desgraciada.

Y que Bizcaya gime hoy desolada y sin consuelo ¿quién puede negarlo? Han desaparecido las instituciones seculares, levantadas y sostenidas [pag II] por el esfuerzo de siglos de constancia; el Código foral, corona de gloria de este nobilísimo pueblo, no existe ya: á la desgracia inmensa de un guerra, sucede la muerte civil de Bizcaya, asemejada, y perdonesenos la comparacion, al gladiador romano, que al caer mortalmente herido, postrado ya en tierra, es rematado por órden del César.

Si el patriotismo dá vida á las sociedades y auna las voluntades, fundiéndolas en un solo sentimiento; sino es posible prescindir de que el alma llorelas desdichas de la Pátria ¿por qué no ha de expresarse ese dolor cantando sus glorias, á la manera que los hombres desahogan su pena haciendo la apologia de los séres amados que dejaron de existir?

En nuestros días, por culpa de nuestras divisiones y discordias, ha caído tronchado el árbol querido, emblema de nuestra vida social, bandera inmaculada, á cuya sombra supieron nuestros padres conservar las libertades y franquezas de esta solariega tierra. Ya ni tenemos Fueros, ni gozamos de aquellos derechos que constituian nuestro orgullo, por ser la herencia mas preciada que puede recibirse en el mundo. Todo lo hemos perdido, no restándonos mas que la memoria de los venturosos dias en que el País se congregaba para disponer de sus destinos.

¿Debe conservarse el recuerdo de esas instituciones, ayer en todo el apogeo de su gloria y hoy solo sombras históricas? Creemos que los buenos Bascongados se alegrarán de reverdecer en su alma y legar a sus hijos la memoria de esa constitucion foral, enaltecida por todos los pueblos, envidiada de muchos y que hemos visto desaparecer, con el asombro de quien no se da cuenta de una desgracia hasta que se consuma.

Los pueblos, como los hombres, revelan el temple [pag III] de su corazon en los dias de la desgracia. Cuando el huracan se cierne sobre sus cabezas y al empuje del impetuoso viento se derrumban sus queridas instituciones y desaparece la cristiana libertad, lucha por salvar del naufragio la preciosa nave en que cruzó el océano de su historia. Si sus esfuerzos y vigilancia resultan infructuosos y el buque se destroza en las peñas de inhospitalaria costa, procura, ante todo, salvar su hermosa bandera, la insignia que le cobijó en dias de gloria y de bonanza, para conservarla con cariñosa solicitud, no solo como recuerdo de pasadas grandezas, sino como estímulo que le incite á recuperar su perdida posicion y rehacer la nave, para colocar de nuevo sobre el alcázar de popa el oriflama querido, que dé al viento los brillantes colores de su renaciente libertad. La constante contemplacion del emblema de la dicha pasada, mantiene vivo en el corazon el sentimiento de lo que se ha perdido, obligando á esforzarse porque el sol de los fueros brille de nuevo en toda su intensidad, irradiando fulgerente el suelo, que antes fecundó con sus caricias.

Tal es el único pensamiento del autor de estos cuadros, trazados al correr de la pluma, é inspirados en el entusiasta cariño que profesa á su pasís natal. Grabar en el alma de los Bizcainos el recuerdo del sencillo, pero admirable, mecanismo de la administracion foral, presentando ligeros bocetos de las instituciones, que acaban de desaparecer entre las nieblas de una hostilidad insensata, para volver mas tarde, ¡Dios haga que sea mañana! con todo el prestigio y encanto que revistieron.

Quien espere hallar en esta páginas brillante exposicion de ideas ó principios; ataques, mas ó menos apasionados, á cosas o personas, cierre el libro desde luego, que el autor se limita á ofrecer un semi-bosquejo de lo que [pag IV] era Bizcaya antes de rodar por los suelos su peculiar organización; no quiere remover pasiones, ni concitar ódios, sino llevar al corazon de sus hermanos el recuerdo de épocas felices, que sean esperanza de otros placenteros, que llegarán, con la ayuda del Señor, si este pueblo conserva en su pecho el amor á sus honradas libertades, olvida rencillas fratricidas y se coloca decidido en la senda de su reconstitucion social. El amor á Bizcaya y la admiracion que siempre hemos profesado al organismo foral, inspira nuestra pluma, al deslizarse entusiasta, contemplando el magnífico cuadro que ofrecia el Señorío en el pleno ejercicio de sus legítimos y preciados derechos, por más que las lágrimas surquen nuestra megilla al comparar las galas que embellecian al pedrusco, dó se asienta el arbol foral, con el negro luto que hoy cubre los escaños de la Antigua de Guernica.

Una leal declaracion debemos consignar. En este trabajo se contienen pocas ideas ó pensamientos nuevos, que donde han espigado escritores tan distinguidos como Novia de Salcedo, Moraza, Ortiz de Zárate, Aranguren y Sobrado, Fontecha, Arrieta Mascárua, Egaña, Trueba, Delmas, Sagarminaga y otros no menos ilustres; jurisconsultos como Manrique y Marichalar, y tantos otros como han salido noblemente á la defensa de la causa foral, no queda casi ni aun la ilusion de tener ideas propias ni puede pedirse, á quien admira a esos insignes paladines, la osadía de pretender decir lo que ellos callaron. Compendiamos algo de lo que han dicho; recogemos sus mas salientes argumentos y presentamos sus ideas agrupadas con las nuestras, para que el pueblo bizcaino sepa lo que son y lo que significan los Fueros, pues delineadas estas páginas léjos del suelo pátrio y sin poder consultar archivos o documentos, hemos debido recurrir [pag V] á los pocos libros de que disponemos, en busca de fechas y de datos, que nuestra memoria no retenia. Conste así en descargo de nuestra conciencia y honra de esos beneméritos escritores.

Aquí debiéramos concluir, sino oyéramos exclamar á los adversarios de nuestras instituciones peculiares: «ahí teneis un libro que á pretexto de recordar lo que fué Bizcaya en tiempos pasados, tiende á fomentar la idea separatista, que empieza á germinar en las regiones que fueron forales.» Dícese eso para amortiguar el sentimiento regionalista, único capaz de regenerar á esta desventurada España, amenazada de perecer ahogada en una centralizacion, que chupando la sangre de sus miembros, hace refluya toda á la cabeza, que absorve la vida de quienes le dan su subsistencia, á cambio de despreciativa lástima.

Como no queremos quedar, ni un slo instante, bajo la acusacion del horrible crimen de atentar á la unidad de la Pátria, que resume y es la expresion de las glorias de todos sus hijos, expondremos, brevemente, lo que pensamos sobre este grave problema, que ha de resolverse, á nuestro juicio, favorablemente, si España no está predestinada á concluir por la estenuacion de sus fuerzas vitales.

¿En qué se apoyan los que, abogando por la uniformidad absoluta, juzgan que los intereses regionales y las instituciones que los representan, son un estorbo á la unidad nacional? En que constituyendo una sola nacion, todos deben ser perfectamente iguales, acatar una sola ley y tener un mismo procedimiento en todos los órdenes que forman el organismo social. ¡Bellísima teoria si esa igualdad, que se pretende imponer, resplandeciera en los elementos componentes del Estado con la misma intensidad!

[pag VI] La historia, al marcar el desarrollo nacional, nos enseña que esa uniformidad no es necesaria para que el Estado fucione admirablemente y llene su fin con desahogo y amplitud. Limitándonos a Bizcaya, en sus relaciones con la Nacion Española en las épocas en que otras regiones gozaban, tambien, de instituciones especiales, sabemos, que léjos de ser obstáculo á que España desplegara todo el vigor de una entidad enérgica y viril, contribuyó, en la medida de sus fuerzas, modestas y pobres, si se quiere, como pobre y modesta es su posicion social, al brillo y prosperidad de la nacion.

Desde los tiempos en que D. Juan I, siendo Señor de Bizcaya, heredó la Corona de Castilla y de Leon, no ha desmentido el Señorío los lazos de cariño y de intereses que le ligaban á la Nación. Cítesenos un solo histórico, una empresa en que se jugara la honra de España, en que Bizcaya no figure cooperando á la accion nacional: dígasenos si ha rehusado jamás su concurso, si ha negado subsidios, si ha puesto dificultades á la unidad ó á la grandeza de España. Sus hijos acuden sin vacilar la llamamiento de su Señor y en los campos de batalla sellan con su sangre los pactos de su union con Castilla; sus galeras surcan los mares ostentando el pabellon real, y dando dias de gloria a á la Nacion: su pobre tesoro abre sus arcas cada vez que las necesidades de la hacienda lo exigen, gravándose con deudas exhorbitantes y llegando al extremo de dar toda la plata de sus Iglesias para sostener luchas que afectaban á España, su madre Pátria: acata y respeta la autoridad de los Reyes y es su auxiliar cuando asi precisa; no grava á la Nacion, ni la explota, y sin embargo de que en su administracion y aun en lo político forma Bizcaya, como otras regiones, una entidad moral distinta, aunque no separada, España si- [pag VII] gue majestuosa su desenvolvimiento, estiende sus dominios por Europa y Africa y lleva su poder, con la cruz del Evangelio, á un nuevo mundo, en el que impera en absoluto.

Ni aquellos Monarcas, en su política de concentracion del poder personal, ni los estadistas que formaban sus Consejos, ni cuantos se ocupaban, en esas brillantes épocas de nuestra historia, de la organizacion de los poderes públicos, creyeron jamás que el interés social exigiera, ni aun recomendara, que las agrupaciones regionales cesaran de moverse con entera libertad en la esfera de su privativa personalidad, porque tenian la firme conviccion de que, inspiradas en un fin comun, unidas, mas no unificadas, con un solo Rey y un mismo interés, se realizaba el ideal columbrado y perseguido por los Reyes Católicos, de hacer de España un Estado fuerte, sólido y respetable, en el que se amoldaran las antiguas instituciones con las nuevas necesidades de la Nacion, en su conjunto y en sus diversas agrupaciones.

Conociendo perfectamente los elementos que venian á unirse para formar la entidad nacional; sabiendo no procedian de una raza homogénea y que cada uno de ellos traia su historia particular, su idioma, tendencias, costumbres y aspiraciones, se penetraron de que mutuamente podian completarse y marchar acordes á la consecucion del elevado objeto de la unidad de la Pátria. De ahí el respeto profundo á las variedades regionales y el espectáculo grandioso de que las Córtes de Aragon, Cataluña y Navarra y las Juntas generales de las Bascongadas, funcionaran y legislaran para sus respectivos países, sin que fueran obstáculo al ejercicio regular de las Córtes del Reyno, que jamás se creen rebajadas, ni lastimadas, por la existencia de esas Asambleas particulares. [pag VIII] ¿Cuándo ha sido mas grande esta hermosa Pátria que en los reinados de Cárlos I y Felipe II, siempre respetuosos y deferentes con los derechos de las diversas regiones que formaban su prepotente imperio?

Fué preciso traspasaran el Pirineo las ideas uniformistas, alborotando el cerebro de los enciclopedistas y de los reformadores, para que se creyera un anacronismo lo que es un hecho beneficioso, histórica y practicamente considerado: era necesario imitar ó trasplantar teorias innovadoras, sean opuestas ó no á los sentimientos y modo de ser de estos pueblos, para que todas las instituciones seculares aquilatadas por la experiencia, se estimaran como antiguallas, que debian ceder el puesto, sin quejarse, ante novedades deslumbradoras por su aparatosa apariencia. Se practica el ensayo; caen las libertades ingénitas y verdaderamente españolas y desaparece toda la organización regional, para poner en vigor Constituciones, leyes y sistemas cuyo mecanismo no se conforma con las tradiciones del pueblo ibérico: á su influjo cambiase por completo la fisonomía de la nacion, y la sávia que alimentaba á los miembros del cuerpo social, se reconcentra en Madrid, que rebosa ampliamente, en tanto que las Provincias perecen de inanicion.

No pintamos al capricho; establecemos hechos. Vivimos en el siglo en que todos los elementos de adelanto material han tomado gigantesco vuelo; en que la industria y las artes llegan al límite de su perfección; pues bien, ¿está España á la altura de ningun otro pueblo europeo en industria ó en mejoras materiales? Los ferro-carriles, telégrafos, caminos, canales, la agricultura, puertos, los servicios todos, que en las demás naciones se atienden y cuidan con extremada solicitud ¿revelan el progreso, ni la perfeccion que hay derecho á exigir al Gobierno de
[pag IX] una potencia de mas de diez y seis millones de habitantes, con un suelo feraz, cual ninguno, con rios abundantes, y que paga tantos miles de millones anuales para sostener servicios que no sirven? Contesten por nosotros los que, sin ocuparse de la política, libran su subsistencia en el trabajo, las industrias ó el comercio.

Y si esto es bajo el aspecto material ¿se compensa con ventajas en el órden moral? ¿Nos hallamos mas adelantados en las ciencias, en la literatura ó en las costumbres? ¿Se respeta á España mas que cuando la constituian esas regiones con sus libertades y sus instituciones peculiares? ¿No hemos perdido el imperio de América, merced á un movimiento constitucional? ¿No se atreven unos cuantos aventureros á tenernos en constante jaque, para conservar los escasos restos que nos quedan de aquellas inmensas colonias, orgullo del nombre español?

Pues si así es la verdad; si se aniquilan cada dia las fuerzas sociales, gastándolas en inútiles escarceos idealistas; si el desengaño ó la apatia alejan de la cosa pública á casi todos los que de buena fé podrian intervenir en su funcionamiento; si las costumbres se pervierten y los caracteres se rebajan; si ya todo se espera de la voluntad de un Ministro, y con eso queda completa la situacion ¿qué se ha ganado con matar los intereses regionales, que antes impulsaban todas las mejoras, atendian los servicios y, con su actitud enérgica, sostenian entero el carácter nacional?

Y si se quiere un ejemplo que compruebe la verdad de nuestros asertos, ahí están las Provincias Bascongadas, que hasta hace nueve años han disfrutado de independencia en el terreno económico y administrativo. Compárese el estado de sus carreteras, la economia y regularidad de sus servicios, la bondad de su administracion
[pag X] y su adelanto en todos los ramos, con lo que ofrecen las Provincias sujetas al poder centralizador, y dígasenos con franqueza, si al penetrar en el País Bascongado no se comprende, desde luego, que allí existe algo que se separa completamente de lo que en otras partes se observa; y eso que el corto periodo que lleva de asimilacion, no absoluta aun, empieza a borrar algunos rasgos de su peculiar fisonomia.

No es, no, sistemática oposicion á las ideas unificadoras, que prevalecen actualmente, lo que nos impulsa á juzgar funesto el ensayo que hace cincuenta años se practica, porque las libertades, que nosotros defendemos y encomiamos, son cien veces mas eficaces, ámplias y liberales que las que hoy dominan: sobre todo, son mas prácticas, mas cristianas y españolas y mas acomodadas al modo de ser y al carácter del pueblo, que en siglos de regirse por ellas no las ha encontrado nunca deficientes, en tanto que de las modernas aun se discute y controvierte sobre si conducen á la verdadera libertad ó nos llevan al cesarismo de unos cuantos, mil veces peor que el ejercido por un dictador.

Si, pues, el ensayo no ha sido feliz ¿por qué oponerse a la tendencia, meramente descentralizadora, que envuelve la idea regionalista? ¿Es, acaso, obstáculo á la unidad de la Pátria? En modo alguno, como lo demuestra la historia, y quien se presenta á la lid precedido de nobilísima ejecutoria de lealtad, tiene derecho á que no se le supongan intenciones aviesas.

El Estado, en su régimen social, debe representar la transaccion entre los diferentes grupos que lo componen, y lejos de tender al predominio de uno de ellos, lo que supone imposicion, buscar la union, como base de la libertad de todos y de cada uno, constituyendo la unidad
[pag XI] con los lazos del afecto y del respeto mútuo. Teniendo, como tenemos, instituciones propias, cuya bondad nos consta ¿tan difícil es amoldarlas al interés general, buscando la fórmula que ponga en relación el pasado con el porvenir, los hechos históricos, con las modernas aspiraciones de la sociedad? Los diversos, no opuestos, intereses de cada region ¿son inconciliables de tal modo, que hagan imposible una transaccion que, sin perjudicar á las restantes, permita giren libremente en la órbita de sus exclusivas conveniencias ó necesidades?

Hé aquí la patriótica empresa á que debian consagrar sus talentos los uniformistas, en vez de gastarlos en luchas estériles para el bien general, que, al fin y al cabo, si se diera con la solucion, que no creemos sea un problema insoluble, se habria realizado una obra exclusivamente Española, adaptada á sus sentimientos, conforme con sus necesidades y que no lastimara ninguno de los respetables intereses que el Estado debe atraerse, sin ponerlos en oposicion ó en lucha con los restantes de la entidad moral.

No se nos objete ser esta una ilusion de los que, ciegos ante la majestad de las grandezas pasadas, soñamos siempre con el hermoso espectáculo de las Cortes regionales, de las Juntas de guernica ó de los Concellleres revestidos de su roja gramalla; no, sabemos en qué siglo vivimos, comprendemos sus nuevas necesidades y léjos de oponernos á una reforma prudente y sensata, que respetase la esencia de las instituciones forales, contestaremos, como los bizcainos ña enrique III, esa reforma en lugar de contrafuero, es mejoramiento de fuero.

Hay que robustecer la autoridad real, dándola mas iniciativa é intervencion en las direccion de los negocios, que la Providencia no la colocó á la cabeza de los pueblos y en lugar preeminente para ser una institucion in-
[pag XII] movilizada: aspiramos á que la Religion se respete y se la guarden las prerogativas á que tiene legítimo derecho: queremos la alianza de los intereses generales con los particulares, dejando al Estado la suprema direccion y concentracion de las fuerzas parciales; que lleve la representacion nacional, organice el Ejército y la Armada, vigile las Aduanas, reglamente los servicios de interés general y cumpla los compromisos de la pátria, con el concurso proporcionado de todos; pero que en el cumplimiento y ejercicio de algunos de estos deberes y en lo que afecta exclusivamente á las regiones, quede á la solicitud é interés de éstas el ordenarlos, con plena conciencia de sus actos y en la forma que mas les convenga, siempre que, respetando el derecho de los demás, no perjudiquen á la accion comun.

Entónces se verá si lejos de aflojarse los lazos que las unen á la pátria comun, se estrechan en apretado haz, que aquí nadie sueña con absurdas é inverosímiles separaciones, pues amamos á España cual á la madre, cuyo regazo nos cobija en dias de prueba, y á la que atendemos con el afecto entrañable del hijo que adora á la que le dió el ser, pero la queremos madre amorosa, no madrastra esquiva, como parecen desearlo algunos de los que en nuestras aspiraciones ven la ruina de sus egoistas sentimientos. Nosotros pedimos todo para el País y por el País, dejando á un lado ambiciones y aun conveniencias personales.

¿Seria, acaso, un espectáculo que desdigera de la cultura y civilizacion modernas, el que ofreceria España, restaurando el régimen foral, que la hizo grande y poderosa en otros tiempos? En modo alguno. Tended la vista por Europa y si exceptuais la Francia, casi todas las naciones procuran conservar ese régimen. En Rusia, la Firlandia y
[pag XIII] la Curlandia, son autónomas, bajo el dominio eminente de los Czares: Suecia y Noruega, forman dos Estados diferentes bajo un solo Monarca, con distintas constituciones y parlamentos, la dieta en Suecia y el Storthing en Notruega; Dinamarca tiene en su territorio Ducados con autonomia propia; Alemania es la confederacion de Reinos independientes, y dentro de éstos mantienen su autonomia regiones y aun ciudades; Austria ha buscado su unidad en la autonomia de Hungria y de la Gallitzia, Turquia misma conserva Principados autónomos; Suiza es una confederacion de Cantones, con leyes y gobierno especiales; Inglaterra, esa nacion colosal, cuyo poder nos recuerda el de España hace dos siglos, no solo tiene sus grandes regiones de Ingalterra, Escocia é Irlanda, con notables diferencias en su organización política y administrativa, sino que hay islas como las de Man, Gersey, Guernesey y Alderney con leyes propias y régimen separado, estando unidas á Inglaterra por un nexus socialis, que equivale á la idea de la unidad de la Pátria. No queremos hablar de los Estados Unidos de América, ni de las Colonias de las potencias Europeas, porque, á la verdad, no conduciria á nuestro objeto hacer parangon con países tan lejanos.

Resulta, pues, que solo Francia ha extremado las ideas uniformistas, y, desgraciadamente, no presenta resultados tan alhagüeños, que nos haga desear equipararnos á esa Nacion, digna de mejor suerte.

Si, pues, no seria una novedad el restablecimiento de ese régimen ¿constituirá un retroceso, mataria la libertad el establecerlo? Menos aun: hemos dicho que las libertades forales son mas prácticas y mas españolas que las modernas, y agregaremos que son mas liberales, aun en el sentido que á esta palabra se aplica hoy. Lo proclaman testos que no pueden recusarse.

[pag XIV] Los Estados Unidos elogian la constitucion del pueblo Bascongado al redactar su código fundamental: las Córtes de Cádiz llaman feliz al pueblo basco por poseer la verdadera libertad y llevan á la Constitucion de 1812 el espíritu de muchas de nuestras leyes: el Ejército francés, mandado por Tallien, presenta las armas al árbol de Guernica, como homenage al padre de la libertad, y Don Salustiano Olózaga pronuncia en las Córtes, en Octubre de 1839, estas palabras:

« Los fueros cuya memoria se pierde en la noche de los tiempos, merecen nuestro respeto: son la obra de las edades. Con razon están apegadas esas provincias á esas instituciones. Ahí tenemos una prueba, dentro de nuestra misma casa, de que la libertad es más antigua que el despotismo, de que la libertad es mas fuerte que la dominacion de todos los déspotas.»

Y así podríamos amontonar testimonios que acreditaran la excelencia de ese régimen, basada en la libertad individual, generadora de todas las libertades, según los modernos liberales. Presentadnos un solo elogio, ya que no igual, parecido, á vuestras constituciones, apenas nacidas, cuando ya se intenta su derogacion ó su reforma, cayendo sobre ellas críticas acerbas, que las desprestigian.

Decidnos, si en tantos siglos como de existencia llevaban nuestras instituciones forales, se ha levantado la voz de un Catalan, Aragonés, Navarro ó Bascongado quejándose de esas libertades, tachándolas de absolutas o retrógadas, pidiendo su supresion. Es que todos, penetrados de que esas instituciones concilian, en fecundo concurso, la libertad con el órden y el desarrollo de los elementos de prosperidad, las tributaban el homenage del respeto que se debe á cuanto influye en fortificar los
[pag XV] vínculos de la familia y mantener la severidad de las costumbres públicas y la pureza de las virtudes privadas. Esa unanimidad, no ya circunstancial, sino constante y secular ¿no representa nada, en parangon con vuestras eternas disidencias, continuas variaciones de leyes fundamentales y profunda division al apreciar la bondad ó desventajas de las Constituciones?

Aun formularemos una pregunta, que envuelve alguna trascendencia. Dentro del actual centralismo el que logra apoderarse de Madrid domina á toda la Penínula. ¿Sucederia esto con el régimen foral? No, porque siendo autónomas, dentro de ciertos límites, las Provincias, el ser dueño de Madrid, Barcelona, Zaragoza ó Sevilla, no tendria la decisiva influencia que hoy ejerce, porque tan solo dominaba uno de los componentes del organismo nacional, pero sin tener en su mano el resorte que imprima movimiento uniforme á toda la máquina social. Si las insurrecciones y movimientos son la pesadilla de los gobiernos;  si á ellos debemos la intranquilidad en que nos agitamos ¿por qué no atajar el mal de raíz, cuando tan á mano existe el remedio?

¡Ah! Si la idea que temblorosa late en la mente, por más que impregna ya toda la atmósfera, llegara á tomar cuerpo y á adquirir desarrollo; si las regiones forales, tendiéndose las manos, unieran su causa, que es la de la verdad y la de la Pátria, y Aragon y Cataluña y Navarra y las Bascongadas y cuantos han disfrutado de instituciones peculiares, alzaran su voz respetuosa, pero digna, á los altos poderes del Estado ¿quién sabe si alcanzarian, con la realizacion de sus patrióticos ideales, la regeneracion de esta noble España, que se agita en violentas convulsiones, por marchar fuera de la senda que siempre la condujo al esplendor y á la gloria?

[pag XVI] Creemos haber interpretado la aspiracion de cuantos aman á Bizcaya, así al menos nos lo dicta nuestra conciencia; y si alguien, juzando egoista el deseo de recuperar esas cristianas libertades, preguntara qué ganariamos con verla realizada, nuestra réplica se limitaria a reproducir lo que el gran Felipe II decia de los Bizcainos: sus naturales, despues de haber empleado su edad, gastado su caudal y derramado su sangre en servicio de sus señores, nunca piden mas premio que la guarda de sus Fueros.

Barcelona 30 de mayo de 1885.








       

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