Parte I Capítulo 4
El Señorío de Bizcaya. Primera parte


CAPÍTULO IV

Las costumbres.

DADME un pueblo de costumbres sanas, sencillas y morigeradas y sin vacilar aseguraré que es sobrio y valiente; sumiso sin humillación; guardador fiel de sus tradiciones y amante del suelo en que habita.

Y así es el pueblo bizcaino, y cuenta que al decir bizcaino, entendemos referirnos al bascongado, pues ademas de hermanos, son enteramente iguales en religion instituciones y carácter.

Hablar de la mujer bascongada, de ese sér angelical, verdadera compañera del bizcaino, modelo de esposas y de madres, fuerte cual las matronas más esforzadas, dulce y compasiva como la misma caridad; profundamente religiosa y amante, como nadie, de las libertades forales, seria casi poner en duda las virtudes eminentes [pag 34] que la adornan. Baste recordar que es digna en todos conceptos del cariñoso respeto que se la profesa y que á sus bellas cualidades reune, en todas las clases sociales, un intenso amor al suelo nativo.

En el hogar doméstico cifra su encanto y ventura todo buen bizcaino. En aquella aislada caseria, medio oculta por los robles ó castaños, y á la que se llega por las estradas de pintoresca colina: en aquellos campos, abiertos á fuerza de trabajo y de constancia, donde cosecha su maiz, trigo ú hortalizas, concentra el labrador todo su cariño. Allí la echeco-andria, despues de ayudarle en las faenas agrícolas, prepara su frugal alimento; allí retozan sus pequeñuelos, de vuelta de la escuela; allí se tuerce el cáñamo, que servirá para hacer el lienzo de sus camisas y ropas de cama; allí está su escaso ganado; allí, en fin, sentado á la limpia mesa, rodeado de los suyos, eleva su oracion al Cielo y bendice su tranquila existencia, consagrada  al trabajo y la familia. El labrador bizcaino amanece en el campo y no abandona su faena hasta que el sol se oculta, porque, de otro modo, sus tierras no le darian fruto.

Los dias festivos, despues de cumplir con sus deberes religiosos, y de conversar en el pórtico con sus amigos sobre cosechas y asuntos locales, recorre sus tierras, examina el estado de las plantaciones y cuida del ganado. He aquí todas sus ocupaciones y si alguna vez lo veis en otros lugares, será porque el mal tiempo le impida dedicarse á sus cuidados. No queremos olvidar un rasgo característico de las costumbres bascongadas; es el trabajo llamado á trueque, en el que los vecinos de cercanas caserías labran unidos las heredades, ya de uno, ya de otro, especialmente en la época de layado, labor que exije la asociacion de la fuerza material y moral del mayor número posible de personas, y en la recoleccion de frutos, ya del trigo ó el maiz ó bien de la castaña ó vendimia de las viñas. Esta comunidad en el trabajo sobre ser de gran utilidad práctica, pues realiza brevemente la obra que requiere mucho tiempo, ahorra gastos y jornales, fomentando las relaciones de amistad entre las familias, que se unen para el trabajo y que durante las horas del dia hacen vida comun.

Es tambien notable el hecho de que si algun vecino cae enfermo [pag 35] y tiene, por esta causa, abandonadas sus tierras, el Cura párroco escita en el ofertorio de la misa mayor para que los que puedan vayan por la tarde á trabajar en las heredades del necesitado.

La barriada entera se dedica á labrar las tierras del pobre enfermo, que en pocas horas vé sus heredades arregladas y asegurada la cosecha y con ella el sustento de su familia. ¡Hermoso ejemplo de fraternidad el que dá ese pueblo consagrando al trabajo en pró de su convecino las horas dedicadas á su solaz y recreo!

A este constante trabajo, á esta union verdaderamente fraternal, se debe el que las tres ó cuatro fanegas de tierra, que rodean á la casería, produzcan lo suficiente para alimentar toda una familia. Verdad que todos, grandes y pequeños, cada uno en la medida de sus fuerzas ó de su inteligencia, coadyuban á la tarea, logrando combinar las cosechas de modo que la tierra dé dos por año, convirtiéndola de ingrata en fructífera: verdad que el labrador bizcaino no se satisface con las labores del campo, pues dedica su atencion á la cria y engorde del ganado vacuno, de cerda ó lanar; que la esposa en sus ratos de ocio tuerce el lino y despues lo teje, obteniendo algunas varas de lienzo, suficiente para las necesidades de la familia. Resulta, pues, que el labrador entre la cosecha, el producto de frutos y hortalizas, la lana y leche que obtiene del ganado, y la utilidad que su cuidado y venta le reporta, saca al fin del año lo estrictamente necesario para pagar la renta de la casería y atender á la modestísima subsistencia de su familia, aunque sin lograr ahorros, pues aun nos parece casi milagroso pueda cubrir todas sus pequeñas necesidades.

Contribuye en gran manera á este resultado lo módico de los arrendamientos de fincas rurales y la seguridad de no ser espulsado de la casería. En Bizcaya las fincas rústicas producen á su propietario del uno al dos por ciento, como máximun, y los inquilinos cuentan con la finca cual si fuera su patrimonio, llegando al extremo de que las generaciones se suceden en la casería sin interrupcion alguna. Al realizarse la desamortizacion se estableció un derecho preferente para los inquilinos que llevaran un siglo en el arrendamiento de padres á hijos; pues bien, ni una sola casería de las comprendidas en la Ley quedó sin optar en Bizcaya por falta de ese requisito.

[pag 36] Nada diremos de lo que Estrabon cuenta de la alimentacion de los Bascos en la antigüedad, pues creemos exagerado, cuando no fantástico, cuanto dice, por tratarse de un país, cuyas costumbres no conocía sino de oidas y por relaciones de los soldados romanos. Tampoco hace ya al caso la descripcion de trajes y tocados, que Iturriza pinta minuciosamente, pues sobre haber desaparecido, se acomodaba á los usos entonces acostumbrados en la mayoría de los pueblos de la Península.

Nos detendremos, sí, en sus juegos y danzas, por ser peculiares y característicos del país.

Los juegos predilectos del bascongado son la barra, los bolos y la pelota; todos de fuerza y agilidad y que tienden al desarrollo físico del indivíduo. No necesitamos describirlos, por ser demasiado conocidos; la aficion que á ellos tiene este pueblo, revela su virilidad y carácter, pues cuando hasta en sus diversiones busca el desarrollo muscular, empleando sus ocios en esparcimientos morales, bien puede decirse que atiende con marcada preferencia á que, aun en su vida material, resalte siempre la pureza de sus costumbres y la seriedad de su carácter.

Los bailes y los juegos son rasgos característicos de este pueblo. Sus danzas, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, son un simulacro de las luchas de la antigüedad, en que empleaban el gladium hispaniensis, ó espada cántabra, y las armas peculiares de aquellos guerreros. La Espata Danza, que parece ser el más antiguo, representa dos ejércitos ó bandos contrarios, con sus jefes ó capitanes al frente, y sus movimientos, figuras y evoluciones son recuerdos ó remedos de la marcha, lucha y victoria ó paz de los beligerantes. Los bonitos y caprichosos grupos de variadas combinaciones y aquellos arcos de follage causan un efecto tan agradable, como pintoresco. Empero, se necesitan dotes especiales para organizar estos bailes, y aun recordamos con placer la difíciles y sorprendentes figuras, que algunas veces hemos aplaudido con ocasión de las Juntas de Guernica, debidas á la acertada direccion del señor D. Valentin de Ecénarro, dignísimo Escribano de aquella villa.

El aurrescu, otro de los bailes peculiares de este País, es más usual, como que apenas se celebra romeria donde no se presencie [pag 37] esta danza; tiene tambien otros nombres, entre ellos el de Zortzico, con el que le conocen los estraños al país. Parece que, como el espata-danza, representa una funcion guerrera, aunque de un solo ejército. El aurrescu se baila con gran solemnidad, pidiéndose previamente la venia de la autoridad local; los danzantes, agarrados de las manos, penetran en el centro de la plaza pública con el mayor respeto, bailan con todo decoro y despliegan una extraordinaria agilidad en su ejecucion. Llama mucho la atencion de todas las personas agenas á nuestras costumbres, la parte del baile, llamada invitacion ó saca de parejas, porque revela consideracion al bello sexo. Despues de que los dos encargados de buscar las parejas, han invitado á la señora, se presentan descubiertos y llevándola en el centro; llegan frente al que dirije el baile, quien danza delante de la dama, con la boina en el suelo, cual si se tratara de obsequiarla respetuosamente. En este baile toman parte las señoras, por elevadas y ricas que sean, aunque las invite un sencillo labrador ó un pobre marinero. Frecuentemente se vé á señoras, títulos de Castilla, bailar en la plaza pública con la gente del pueblo, tanto ó más orgullosas que si pasearan por los más elegantes salones del brazo de encopetado magnate.

Y hablando de los bailes ¿quién olvida el tamboril, ese instrumento euskaro, tan inmemorial, que casi es una institucion y que figura como uno de los gastos en todos los municipios bascongados? El tambolitero, toca el chilibitua ó silvo, manejándolo con la mano izquierda, en tanto que con la derecha hace sonar el pequeño tambor ó dambolin. Parece mentira, y no viéndolo no puede formarse idea de ello, que con esos dos isntrumentos puedan tocarse piezas de difícil ejecución y que lo hagan con una armonia y precision que sorprende.

Entre las costumbres públicas más notables figuran las romerias, fiestas celebradas con motivo de la festividad del Santo Patrono del pueblo ó de alguna solemnidad especial. Es la romería, como su nombre lo indica, el viaje ó peregrinacion á un Santuario, y con tal motivo reúnense miles de personas que, concluidos los oficios religiosos, se entregan á la danza y las diversiones. Pues bien, toda esa aglomeracion de gente tiene generalmente por único guardian [pag 38] del órden un alguacil, provisto de una pequeña vara, que dá á conocer su autoridad, y, sin embargo, rara vez se promueve un conflicto, y si alguna riña ocurre basta la intervencion del alguacil y del Alcalde, en todo caso, para que cese el conflicto. Es que en Bizcaya el respeto á las leyes y á la autoridad son inviolables. En esas romerias preside el Fiel regidor, ó Alcalde, según la moderna legislacion, colocando el chuzo, insignia antigua de su autoridad, delante del banco destinado á los indivíduos del municipio; y es tal la consideracion que merece á todos aquel símbolo, que aunque el Fiel no se halle presente, el que lleva el aurrescu, baila ante el chuzo, con la cabeza descubierta.

Los bailes modernos, como opuestos á la honestidad y pureza de las costumbres bascongadas, están excluidos de estas romerias, siendo muy raro quien se atreva á infringir esta disposicion.

Los matrimonios se celebran con ostentacion relativa y siempre, al menos entre la gente del campo, á la vez que las velaciones religiosas. El numeroso acompañamiento que asiste á la ceremonia, forma, despues, el convite de la comida de boda, abundante y variada, y en la que se conserva aún la costumbre de que la novia sea una de las que sirven á la mesa. En estas fiestas, así que en las misas nuevas ó de parida, gastaban los labradores grandes sumas, y para evitar estos despilfarros dispuso la Ley 5.ª del título 35 del Fuero, que solo pudieran asistir los ascendientes, descendientes y colaterales dentro del tercer grado, bajo pena de mil maravedises por cada persona que asistiera de aquellas á quienes se prohibe y diez mil maravadises al pariente mayor del linaje, si bien este podia asistir siempre con sus criados y seis personas más. Tambien prohibe, por iguales causas, la Ley 7.ª del mismo título, que las mujeres que van á visitar á las paridas lleven presentes ó regalos, pública ni secretamente, pena de seiscientos maravadises.

Los funerales por los difuntos eran otra ocasión de grandes gastos, pues desparramada la poblacion, había que dar de comer á cuantos asistian á las honras fúnebres, y previsora la Ley en esto, como en otros abusos, establece en la misma Ley iguales retricciones que para las bodas. Importada, no sabemos como, se introdujo en Bizcaya la costumbre de los llantos y mesarse los cabellos y [pag 39] otras exageraciones ridículas en los entierros, y queriendo la Ley cortar de raiz estos usos, que desdicen de la profunda y sincera religiosidad del pueblo, establece en la Ley 6.ª del título 35 la más absoluta prohibicion de este abuso, penándolo con mil maravedises á cada uno que lo realice y cada vez que lo haga.

Varias leyes del Fuero se han consagrado á reglamentar algunas costumbres, velando así con solicitud porque no dejeneren en el vicio y cortando abusos que en determinadas épocas se establecieron.

En lugar preeminente deben consignarse las Leyes III y IV del título 8.º por la que se autoriza el procedimiento de oficio contra los blasfemos de Dios y de sus santos, y se les impone la pena de treinta dias de carcel. Hoy, que tanto se esfuerzan las personas piadosas y todas aquellas que se sientan ruborizar al escuchar el lenguaje obsceno é indecoroso, que desgraciadamente cunde en el pueblo, tienen, en nuestro concepto, el apoyo de esa antigua Ley, cuya aplicacion contribuiria á cortar un mal tan lamentable y vergonzoso.

Relacionada con esas Leyes está la 1.ª del mismo título, que permite el procedimiento de oficio, sin el trásmite del llamamiento foral á las mujeres que ponen coplas y cantares á manera de libelo infamatorio, á las que llama profazadas y á los alcahuetes, rachaterias, atendiendo así á la buena moral del pueblo.

El juego, esa lepra social, que tantos y tan graves daños causa á las familias, se persiguió en Bizcaya sin consideracion alguna. La Ley 3.ª título 35 permitia jugar hasta dos reales, pero no siendo en la taberna, pues en este caso era punible el hecho, sea cual fuere la cantidad jugada; y la ley 17 título 35 prohibe en absoluto á los taberneros el tener en su casa naipes, dados, tabla de juegos, juegos de bolos, ni aparejo alguno de juego, ni consienta que en su casa se juegue, para evitar así las cuestiones, riñas, blasfemias, pérdida de bienes y escándalos que se producen en esos establecimientos con tal motivo. Y para cortar de raiz los abusos, prohibe á los taberneros dar posada en su casa á ningun vecino del mismo pueblo, so pena de dos mil maravedises de multa. Aquí resalta bien patente el deseo de que la moralidad reine en todo el territorio, castigando el juego y la ociosidad con fuertes penas.

[pag 40] La religion, la familia y el trabajo, he aquí el resúmen de las costumbres públicas y privadas del pueblo bizcaino; unid á ese lema el honesto recreo, y tendreis una idea de la vida y de los sentimientos de esta Sociedad, cimentada en los sólidos y hermosos vínculos del amor cristiano, y cuyo cuadro sentimos no saber delinear con la vedad y expresion que merece.










 






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